Hay cosas que escuchas
muchas veces y, a fuerza de repetición, te entran en la cabeza, y
allí se quedan. Puedes utilizar la lógica para comprenderlas, y de
un modo u otro, las asumes como ciertas.
Sin embargo, los verbos
asumir y vivir son muy distintos.
No entiendes realmente
algo hasta que no lo vives.
Con “vivir” no me
refiero necesariamente a la experimentación física de algo. Puede
ser simplemente un proceso mental, una conclusión propia, y no
introducida con pinzas.
Por ejemplo, yo comprendí
hace poco la expresión.
Quizá es demasiado
ambicioso por mi parte afirmar esto. Digamos que comprendí algo más
de la expresión.
Diría que comprendí una
parte más amplia del arte – de lo que es el arte para mí –,
pero no creo que nadie pueda aspirar jamás a decir – o blasfemar –
algo parecido a que “comprende el arte”. Así que, en mi enésimo
intento de definición, propondré que “entendí lo que tienen en
común los lenguajes y el arte para mí”. Agregarle el “para mí”
a algo siempre avala cualquier afirmación ultrajante con el
reconocimiento del respetado abogado de la opinión.